No se porque desde que era pequeña tenía la idea que el día que tuviera un hijo iba a ser niña, jamás tuve en mi cabeza que iba a ser varón y menos que iban a ser dos.
Primero llegó Giancarlo, era el bebé más tranquilo del mundo. Desde antes de los 3 meses dormía toda la noche y si lo vieran, se despertaba todas las mañanas con una sonrisa que iluminaba su habitación.
Estuvimos casi 6 años sin darle un hermanito y cuando llegó el momento todos dijeron, ahora sí llega la niña. Pero no, nada que ver porque llegó el gran Marcelo. El niño más eléctrico y elocuente que se puedan imaginar.
Estos hermanos no se parecen en nada, uno es el día y el otro la noche. Siempre digo como es posible que dos seres que nacen de los mismos padres sean tan diferentes. Eso sí tratamos de que se quieran y se busquen lo más que se pueda.
No me molestó tener otro varón porque ya había aprendido que la relación de madre e hijo es sumamente especial. Ellos te miran y te abrazan como si fueras la única en el mundo. Suena cursi pero es así. Nos convertimos en su primer amor y es la primera relación que tienen con una mujer.
Por eso es tan importante que nuestra relación con ellos sea una especial y tratemos de criar niños fuertes e independientes. Que como madres les enseñemos que pueden ser sensibles y detallistas. Que por ser hombres no tienen que ser de piedra y que pueden llorar cuando ven una película triste. Me gusta abrazarlos, darles cariño todo el tiempo para que ellos lo aprendan y siempre lo den.
Hay quienes piensan que criar varones es mucho más fácil. No sé, no he criado niñas. Considero que criar, ya sea niñas o niños, es una responsabilidad y un reto diario que tenemos todos los padres. El manual no lo envían cuando ellos nacen y nosotros tenemos que aprender día a día.
Pero yo les confieso que yo estoy loquita por estos dos y todos los días me hace feliz ser su mami.
Primero llegó Giancarlo, era el bebé más tranquilo del mundo. Desde antes de los 3 meses dormía toda la noche y si lo vieran, se despertaba todas las mañanas con una sonrisa que iluminaba su habitación.
Estuvimos casi 6 años sin darle un hermanito y cuando llegó el momento todos dijeron, ahora sí llega la niña. Pero no, nada que ver porque llegó el gran Marcelo. El niño más eléctrico y elocuente que se puedan imaginar.
Estos hermanos no se parecen en nada, uno es el día y el otro la noche. Siempre digo como es posible que dos seres que nacen de los mismos padres sean tan diferentes. Eso sí tratamos de que se quieran y se busquen lo más que se pueda.
No me molestó tener otro varón porque ya había aprendido que la relación de madre e hijo es sumamente especial. Ellos te miran y te abrazan como si fueras la única en el mundo. Suena cursi pero es así. Nos convertimos en su primer amor y es la primera relación que tienen con una mujer.
Por eso es tan importante que nuestra relación con ellos sea una especial y tratemos de criar niños fuertes e independientes. Que como madres les enseñemos que pueden ser sensibles y detallistas. Que por ser hombres no tienen que ser de piedra y que pueden llorar cuando ven una película triste. Me gusta abrazarlos, darles cariño todo el tiempo para que ellos lo aprendan y siempre lo den.
No lo niego es un reto constante porque he tenido que aprender a hacer cosas que nunca había hecho, a bregar con cosas de varones. Ellos son ordinarios, no miden sus fuerzas y tienen mala puntería. Las peleas a puños son el pan nuestro de cada día para luego estar abrazándose, me vuelven loca. Además de que no paro porque ellos no paran. Están todo el tiempo en movimiento y siempre hay que hacer algo.
Hay quienes piensan que criar varones es mucho más fácil. No sé, no he criado niñas. Considero que criar, ya sea niñas o niños, es una responsabilidad y un reto diario que tenemos todos los padres. El manual no lo envían cuando ellos nacen y nosotros tenemos que aprender día a día.
Pero yo les confieso que yo estoy loquita por estos dos y todos los días me hace feliz ser su mami.
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