Por: Mylene Marull
Bella y elegante, inteligente y autodidacta, de inglés y español perfecto, de mirada altiva y en ocasiones arrogante. Se desenvolvía como millonaria aunque tuvo que trabajar por todo lo que tuvo. Intelectual y amante del arte y la música, viajó el mundo sola y crió tres hijos sola cuando su esposo simplemente se fue, allá para la década de los 40. Esa fue mi abuela.
Aunque ahora comprendo que fue una mujer extraordinaria, que luego que la vida la sacudió de mil maneras, se inventó una vida para ella, en un momento histórico donde eso no era una alternativa para la mayoría de las mujeres. No existió entre nosotras esa tierna relación que se espera en nuestra cultura; ella no era ese tipo de abuela.
La visitaba todos los sábados junto a mi mamá y mientras ellas hablaban, yo paseaba por su apartamento repleto de cosas interesantes, objetos de mucho o poco valor, pero cautivantes. Cientos de libros y revistas por todos lados, recortes de periódicos, posters de reconocidas pinturas, clásicos de la literatura, porcelanas azules y blancas procedentes de lugares lejanos, sillas de mimbre antiguo mezcladas con muebles de diferentes estilos algo gastados que había tenido por mucho tiempo o habían sido descartados de otras casas. Plantas verdes en tiestos improvisados, cajitas de todas clases que forraba con láminas recortadas de revistas, decenas de hilos de lana de colores pasados de moda y retazos de tela amalgamándose en una canasta al lado del sillón. De esa canasta salieron estos pedazos de bordado que “me lleve desapercibidamente” de casa de mami con la idea de hacer unos cojines.
- ¿no sería mejor poner esta mesita al lado del sofá?
- sí, y tengo una lámpara en otro cuarto que le va perfecto
- déjame ver cómo se ve con esta planta al lado de la lámpara
- mmmmm!?
- mmmmm!?
- como que le falta algo
- como que si…hmm ‘perate, vengo ahora….
…y así salieron desepolvándose ansiosos los hilos y los cantitos de tela, del último closet donde llevaban ya 5 años guardados. Las manos laboriosas y sabias de la Norma se encargaron de proteger la obra para que no se deshiciera el bordado, el inacabable depósito de tubitos de pega caliente se encargó del resto. Deconstruimos los recuadros para desplegarlos en tres segmentos en el “shade” de la lámpara intentando crear un balance de tamaño y color. Como siempre, nos disfrutamos tanto nuestro proyecto “impromptu”! Le tiramos 20 fotos a la lámpara sobre la mesa y lo posteamos en Facebook, como es debido!
Desde entonces cada vez que friego miro desde la cocina hacia la sala y me quedo admirando mi lámpara nueva…la lámpara que me regalo mi abuela. No recuerdo que me haya regalado nada nunca… Me quedo mirando y me doy cuenta que mi casa está llena de libros, de sillas de todas formas, de posters de museos que hemos visitados, de porcelana azul y blanca, de objetos que valen recuerdos…OMG! NO SABIA QUE ME PARECIA TANTO A MI ABUELA!
La historia, sea de grandes civilizaciones o de una familia, sobrevive los tiempos y reaparece, y si prestamos atención, nos reconocemos a nosotros mismos como un reflejo de ese pasado; entendemos porque somos como somos y nos aceptamos y valoramos. Resulta que mi abuela me regaló muchas cosas... físicamente no nos parecemos en NADA pero ciertamente su estilo está en cada rincón de mi casa.
La historia, sea de grandes civilizaciones o de una familia, sobrevive los tiempos y reaparece, y si prestamos atención, nos reconocemos a nosotros mismos como un reflejo de ese pasado; entendemos porque somos como somos y nos aceptamos y valoramos. Resulta que mi abuela me regaló muchas cosas... físicamente no nos parecemos en NADA pero ciertamente su estilo está en cada rincón de mi casa.
Gracias Yara por invitarme a escribir.
Gracias Norma por gozarte estas cosas conmigo.
Gracias Mami por obligarme a visitar a mi abuela.
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